miércoles, 24 de febrero de 2010

SEXTO DÍA DEL REGRESO A MADRID

miércoles 24 de febrero de 2010

Levantarse y buscar al claror mañanero, hábito cotidiano. Hoy el claror fue esplendente... pero ¡claro! si eran las nueve de la mañana. Se va haciendo peligrosamente costumbre retozar más allá del amanecer. Sin perder tiempo, había que desperezarse porque el día, en este invierno, es más corto que la noche. Teníamos el compromiso de salir a pesar las maletas, pero sali a reproducir una foto para realizar un retrato. Al volver ya habían pesado las maletas, claudiqué a mi intención de acompañar a José a una institución cercana a la Biblioteca Nacional en favor de una visita a la casa de ajedrez de Madrid. José fue con Margarita y David, yo me acompañé con mi soledad. Lamentable la casa estaba cerrada aún a las diez y media, por lo que aproveché esta circustancia para realizar el retrato en sosiego, pero antes pasé por la tienda Bellas Artes, donde hace tres semanas había comprado los primeros implementos y donde elaboran los óleos artesanales. Me atendió el mismo señor jovial de la primera vez, compré lápiz de carbón comprimido, me obsequió el sacapuntas. Pensé obsequiarle con un dibujo, pero es como agregarle sal al mar. Luego de cumplida la labor como retratista salí con Linda para que hiciera entraga de unas cosas a su hermana y cuñado, pero luego buscar un buen restauran, evitando otra vez las "bocatas". Otro resutauran con especialidades españolas, lo que sirvió para prolongar una conversación sobre nuestros queridos poetas de Yaracuy. Al final brindamos con vino local por Dixon y Manuelito, simpre presentes en nuestros afectos, claro, sin olvidarnos del resto de la hueste que nos acompaña en la gran aventura poética.

Yo, de regreso, busqué el sol como las iguanas, pero el aire frío es fuerte. Con reticencias de mi parte entramos a una librería, que exhibía en sus vidrieras esos clásicos que alimentaron nuestro crecimiento desde hace años: Nietzche, Baudelaire, Cortázar, Borges, Huidobro, Camus... Se llama Eléctrico Ardor, atendida por una argentina de nombre Alica Astromujoff. Yo no tenía intenciones de comprar nada más, el dinero escasea y quedan todavía algunos días, pero ahí estaba Pessoa...

Tengo pena y no respondo.

Mas no me siento culpado

porque en mi no correspondo

al otro que en mi has soñado.

Cada uno es mucha gente.

Para mi soy quien me pienso,

para otros - cada cual siente

lo que cree, y es yerro inmenso.

Ah, dejadme sosegar.

No otro yo me sueñen otros.

Si no me quiero encontrar,

¿Querré que me halleis vosotros?



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