lunes, 15 de febrero de 2010

PRIMER DÍA EN BUSTOS

Jueves 11 de febrero

Tal como notificaba la semana pasada, no hay internet en Bustos. Hoy hemos regresado luego del fín de semana. Cada noche me dedicaba a escribir las incidencias del día, con la intención de alimentar estas crónicas y fui guardando las hojas para acometer esta misión luego del regreso. Pero las hojas se me quedaron olvidadas en la casa de Bustos, y ahora me dedico a echar memoria de todo lo que había escrito, día por día. A ver... recordando... luego de cancelar el apartamento de alojo aquí en Gijón nos fuimos un rato al bar Donatos, de los familiares de Linda, para luego irnos a la parada del Alsa. Fueron a preguntar por la salida hacia el pueblo de Busto. Cuando regresaron luego de largo rato me decía David en voz baja: Coño, estos musiús conocen Boraure, Los Muerticos y Farriar, pero no saben un carajo de ese Busto...

Fuimos entonces con Linda, resulta que hacen parada en Avilés, luego pasan por Querúas y de alli corresponde hacer una caminata de más de media hora para llegar e Busto. Así hicimos, el trayecto hasta Querúas fue de dos horas, y de allí hasta nuestro destino sentí que fué como una hora, pero lo logramos: estábamos en Busto. No era tan pueblito como decía Linda, influída tal vez por los recuerdos de muchos años de ausencia. Es como una villa con quinticas de uno y dos pisos. Veredas en vez de calles y casi ningún comercio, apenas una tienda de víveres y un bar, el bar de Cuty. Llegamos inicialmente a este bar, Cuty es pariente de Linda y al entrar se entregaron escandalosamente a un abrazo y a preguntarse mutuamente por los familiares. Nosotros, viendo, y mientras nos tomamos un café con Brandy "para el frío". La mis ma Cuty nos guió hasta la casa de alquiler, que no pagamos porque fue una gentileza de la propietaria, Maricarmen, cedernos alojo allí hasta el lunes. Forma parte de la misma línea arquitectónica del lugar: dos pisos, un anexo reciente, un hórreo, bien cómoda. Ocupamos la planta baja porque su hijo habita el piso superior. Desde las ventanas se puede apreciar el prado, por un lado, y las montañas nevadas, por otro.

Dejamos la maletas y yo sugerí que fuésemos al faro ¡pa eso vinimos!


Tomamos un camino largo, con algunas bifurcaciones, tuvimos que preguntar a una trotante por el faro y nos dio las indicaciones. Lo primero que encontramos fue un gran precipicio que nos ponía a una altura para apreciar plenamente el mar del norte. A nuestros pies quedaban los farallones donde chocaban con estruendo las aguas. Ahí tuvimos una sesión fotográfica. Hicimos un recorrido por un camino estrecho, bordeado en ladrillos y ¡ahí estaba! El Faro de Bustos. Reina en una saliente alta, mirando al mar. "Dame para tomar la foto". Se acabaron las pilas.

Volvió a fallar la intención gráfica en el momento menos oportuno. Ni la cámara de José, ni la de Linda se podían usar por falta de batería, y la de Margarita no ha podido recargar. Yo pensé ¿erá que podemos ir a comprar pilas y volver? ¿Dónde? ¿A qué hora? Ya estaba oscuerciendo y el viento se hacía más insoportable, tirándonos todo el frío a los cuerpos. Regresamos entonces, con la misión a medio cumplir. Entramos antes a la tienda, compramos para los cuatro días que estaríamos en Bustos, y volvío a lucirse Margarita con una buena cena.

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